sábado, 10 de diciembre de 2011

Desde el umbral de la revolucion.


Desde el umbral de la revolución

Disfraz  de colores en el silencio
en aquella tarde de Humahuaca.
Los guiños de cielos que nos hace Dios desde el aire
nos sepultan como a Lavalle
en un rincón de lagrimas.
En el alma acunada de reflejos de esta ciudad
verde simiente de un pueblo inmenso,
el de los incas,
se mece el viento.
En las figuras de Belgrano, Guemes
en las armas de los niños pobres, de la selva,
se incendian los corazones de los soldados del rey.
En la montaña y a caballo
Jesús nos muestra su camino
erguido entre los gigantes que a pedazos
 se mueven desde el viento o desde las águilas
en el cerro de Purmamarca.
Dios al sur ha quebrado los lazos de un aire incandescente
en el vestigio de las almas de color mestizo,
cruzado con los aires coloniales de la vieja Europa.
El sol vierte los últimos resabios de lastima
sobre el fuego de los minerales de Santiago.
En el norte las tardes se avecinan de luces
pero el hombre no ha quebrado el sueño
de las hadas.
En los quejidos de cada pirca
o en los socavones de la montaña.
En los diablos que cruzan la ruta
o desde el cerro, se amontonan columnas de gente en misachico.
Sobre el color se atenaza la liturgia del paisaje.
Dios ha trepado a los gigantes
para declarar la libertad.
Aquí en el sur, la bruma del invierno
huele a relámpagos rojizos
Y los corazones inocentes de las montoneras en el norte
hipnotizan la tarde de huellas celestiales.

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